Segunda Guerra Mundial

El expansionismo totalitario

Las doctrinas totalitarias preconizaban, como es sabido, unos módulos de organización interna, dentro de los Estados pero también una política exterior agresiva y dominadora. Ya desde su primera exposición doctrinal, Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler había trazado las líneas fundamentales del expansionismo de la Alemania nazi. En un primer plano, figuraban las reivindicaciones destinadas a unir a todos los alemanes en una patria común (integración o Anschluss con Austria, incorporación de los Sudetes, anexión de Alta Silesia, Posnania y Danzig). Y en un segundo plano se aludía, aunque siempre en forma menos explícita, al granjeamiento de un «espacio vital», Lebensraum, o zona de influencia germánica, que permitiese al Reich desenvolverse con la misma holgura que, p. ej., los países anglosajones; y, sin ser exactamente un prurito colonialista, tiene un sentido imperialista perfectamente claro, que acaba desembocando, dentro del programa de Hitler, en el objetivo final: un orden mundial bajo la presidencia hegemónica de Alemania.

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