De este modo, se puede ver que el apartheid no fue únicamente la dominación accidental de un grupo de blancos que no superaba a finales de la década de 1970 los cuatro millones de individuos, sobre casi más de veinte millones de negros, sino que fue la culminación sofisticada de un sistema económico que buscaba el máximo beneficio a costa de una mano de obra barata y sumisa. El apartheid fue racismo, sí. Pero también hundía sus raíces en motivaciones que van más allá del simple color de la piel.
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