Don Quijote, Segunda Parte: Capítulo XXXIX

El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha: Donde la Trifaldi prosigue su estupenda y memorable historia de Miguel de Cervantes Saavedra DE CUALQUIERA palabra que Sancho decía, la duquesa gustaba tanto como se desesperaba don Quijote; y, mandándole que callase, la Dolorida prosiguió diciendo: -«En fin, al cabo de muchas demandas y respuestas, como la infanta se estaba siempre en sus trece, sin salir ni variar de la primera declaración, el vicario sentenció en favor de don Clavijo, y se la entregó por su legítima esposa, de lo que recibió tanto enojo la reina doña Maguncia, madre de la infanta Antonomasia, que dentro de tres días la enterramos.» -Debió de morir, sin duda -dijo Sancho. -¡Claro está! -respondió Trifaldín-, que en Candaya no se entierran las personas vivas, sino las muertas. -Ya se ha visto, señor escudero -replicó Sancho-, enterrar un desmayado creyendo ser muerto, y parecíame a mí que estaba la reina Maguncia obligada a desmayarse antes...

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