Don Patricio o el premio gordo en Melilla

Don Patricio o el premio gordo en Melilla de Leopoldo Alas -¿Por qué me llamaré yo Patricio? -se había preguntado muchas veces, para sus adentros, el señor de Caracoles, mientras metía las manos en los bolsillos de los pantalones, que siempre traía repletos de oro y plata, y sacudía con los dedos, haciéndolo sonar, el vil metal que le hacía cosquillas al saltar sobre los muslos. «¡Patricio Clemente Caracoles y Cerrajería!»-. «Los apellidos, seguía pensando, están bien; sobre todo el materno, me tiene orgulloso; es toda una garantía. Cerrajería, Cerrajero…, Cerrojo... ¡Magnífico! Llevo en este apellido una caja de caudales, de esas que se disparan solas contra los ladrones. Caracoles... tampoco está mal. La vida del caracol me gusta; se ha dicho: no hay hombre sin hombre; yo digo: no hay hombre sin concha; el que no sea testaceo que se muera. Pero... ¡Clemente!, ¿a qué viene eso? ¡Patricio!... Como quien dice: patriota... patriotero... ¡ay, qué...

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