El término asilo procede del griego asylon, con el que se hacía referencia a un lugar sagrado en el que los perseguidos podían hallar refugio; la antigüedad de esta institución se evidencia en las numerosas alusiones a ella que aparecen en la mitología helénica. Así, por respeto a la tradición, se concedió a determinados templos el derecho de acoger a cualquier persona, aunque estuviera reclamada por la justicia, considerándose sacrilegio el que se la obligara a salir por la fuerza. En Roma esta práctica se mantuvo dentro de notables restricciones; sin embargo, fue usual la costumbre de refugiarse junto a la estatua del emperador, aunque legalmente ello no garantizaba impunidad alguna.
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